Nuria Alabao es doctora en Antropología y periodista. La responsable de la sección de Feminismos de CTXT ha centrado su trabajo en cuestiones de feminismo, política y movimientos sociales. Ha participado en publicaciones colectivas y algunos de sus últimos artículos han tratado sobre el feminismo dentro de la ultraderecha, la violencia sexual contra las trabajadoras agrícolas, el caso de la Manada o el trabajo de los cuidados.

La diversidad ha sido una constante y una seña de identidad del movimiento feminista. ¿Esa característica le aporta credibilidad, debilidad, identidad internacional….? ¿Cómo influye en el feminismo reunir tendencias y corrientes diversas?

Se habla mucho de que el feminismo se ha vuelto hegemónico en nuestro país. Eso en realidad significa que hay abierta una disputa por su significado. ¿El feminismo de izquierdas o de derechas? ¿O todo a la vez? ¿Es un proyecto para las mujeres o de transformación de lo existente? Para las que creemos esto último la disputa por el sentido del feminismo no se jugará solo en el plano discursivo o mediático –el de los discursos públicos– sino también en lo más difícil: en cómo se articula socialmente, en cómo permea la sociedad y la penetra, en cómo moviliza en la calle y en los espacios laborales. Ahí radica la verdadera potencia del feminismo.

Por tanto, la mejor herramienta que tenemos es la construcción de un movimiento fuerte y plural –autónomo de los partidos– que ejercerá de punta de lanza del feminismo más igualitario. La mejor manera de transversalizar el movimiento y de llegar a más mujeres es la de incluir luchas; luchas laborales o por derechos –las de las migrantes, las pensionistas, las trabajadoras de Berska, las temporeras de la fresa en Huelva, las de las trabajadoras domésticas…–. Como dice la feminista argentina Verónica, Gago, la potencia del feminismo se medirá por cómo es capaz de vincularse a la conflictividad social porque los derechos son conquistas no concesiones.

Por tanto, un feminismo que sea capaz de elaborar un programa propio de mínimos –con un horizonte de máximos–; que elabore también una agenda reinvidicativa para la conquista de nuevos derechos.

El feminismo está cada vez más presente en el discurso político actual. ¿Ayudará a dar el salto definitivo de la igualdad formal a la igualdad real? ¿Cómo se prevé el futuro de este movimiento?

En los medios han tenido más presencia reivindicaciones laborales como las vinculadas al techo de cristal, las cuotas en lugares de visibilidad o de poder, la brecha salarial. Todos ellos son importantes, pero afectan a una determinada capa social. Sin embargo, probablemente para el feminismo organizado es más importante la cuestión de la reproducción social –lo que llamamos tareas de cuidados– y esas cuestiones son más difíciles de posicionar socialmente. El hecho de que las tareas de reproducción social se hayan asociado a las mujeres están en la base de la desigualdad laboral, pero hablar de estas cuestiones también tiene una potencia transformadora: cuando planteamos que el conflicto político central es el capital-vida hablamos de cómo el neoliberalismo mercantiliza cada vez más aspectos de la existencia, al tiempo que amenaza las posibilidades de vivir en condiciones.

Por tanto, es importante la igualdad en el mundo del trabajo pero se da la paradoja de que a medida que se reduce desigualdad hombres-mujeres aumenta la precariedad en todos los ámbitos. ¿Estamos pidiendo igualdad en la precariedad o queremos arañar más beneficios al capital y redistribuir? Nos podemos encontrar que con conseguimos mayor igualdad, en condiciones de existencia cada vez más degradadas. O que igualdad en cuidados, sea que ninguno, ni hombres ni mujeres, pueda ocuparse de los suyos en condiciones. Hay que plantearse pues todas estas cuestiones para ir más allá.

¿Qué aporta la celebración de encuentros como las I Jornadas Feministas de Zaragoza?

Estamos muy necesitadas de momentos de encuentro, momentos de reflexión colectiva para poder avanzar en la consecución de una carta de derechos de las mujeres y en una agenda común para conseguirlos. Por otra parte, si decimos que la diversidad es importante, establecer lugares de intercambio y encuentro es esencial para poder establecer un espacio de reconocimiento común.

Por Belén Teruel