Por ello, antes de nada, quizás sea oportuno –aunque quede a brochazos– un repaso del escenario mediático peninsular. ¿Cuánto tiempo se prolongará el actual boom de nuevos medios? ¿Son los últimos cierres de algunos de ellos –p.e. el semanario Ahora–, o los acuerdos entre medios que les permiten crecer –como el que han hecho Ctxt-Público o los varios que tiene El Diario– avisos de que se termina un ciclo que podríamos llamar la «burbuja mediática»? Sea lo que sea, las lógicas de mercado no van a tardar mucho en reordenar el sector concentrándolo en los nichos comerciales más rentables, los conglomerados más grandes y los modelos de negocio más ‘exitosos’.
Las oportunidades para la diversidad también se cerrarán con la digestión de su crisis de credibilidad por parte de la gran prensa mainstream. Como señala Guillem Martínez, ésta última ha asumido que ya no obtiene legitimidad únicamente mediante su función cultural, el asegurar que el régimen del 78 es asumido como único marco político legítimo y real. Hoy, la función de los mass media sería principalmente pedagógica: disciplinar. Es decir, educar en el precio a pagar por sobrepasar los límites, formas y equilibrios establecidos, y resaltar los castigos y consecuencias negativas de dichos intentos. Esta es una de las lecturas del affair de la ‘expulsión’ de Pedro Sánchez, con el regodeo mediático ante la impotencia de las bases socialistas para imponer su voluntad.
Así no ha de extrañar que los media mainstream sean uno de los principales arietes, desde narrativas reaccionarias, contra las candidaturas y equipos municipales ‘del cambio’. Arietes que intervienen ya sea a nivel estatal –el inefable Grupo Prisa y su particular concepción de la objetividad e independencia–, como local –las cabeceras de referencia en cada provincia o comunidad autónoma–.
En otro nivel de audiencia y capacidad de marcar la agenda publicada, tenemos a los medios ‘emergentes’ que aspiran a ser «califas en lugar del califa» –muchos confiando en los contactos y ‘genialidad’/’cualidades’ de sus directores–, aunque sea sólo desde la web –dejando el soporte papel y el dominio de los kioscos de prensa para los grandes medios–: El Español, El confidencial o Diario… Constituidos con y desde las mismas lógicas y principios de los medios mainstream pero con menos recursos y medios. Los emergentes son, sin embargo, mucho más abiertos a incluir temáticas y enfoques críticos, limitados hasta hace pocos años a los medios alternativos o posicionados. Más allá de que aseguran una importante difusión, de que son percibidos como ‘masivos’, de que tienen capacidad –limitada, pero capacidad al fin y al cabo– de crear agenda y su cuidado/sensibilidad a la hora de abordar los temas sociales, pero sobre todo, de sus ganas y ambición por abrirse un hueco/posición –para lo que es imprescindible el criticar al Régimen del 78–, cabría preguntarse hasta qué punto son ‘seguros’. Por lo menos, los de ‘izquierdas’ o progresistas, ¿son aliados o compañeros de viaje confiables y honestos en el camino/esfuerzo por acotar el mando de los poderes –fácticos o no– aunque estos sean a nivel municipal? Al fin y al cabo son estructuras empresariales con ánimo de lucro que dependen en buena medida del mercado publicitario, y sus apuestas políticas son coyunturales, lejos de compromisos o tomas de posición fuertes y perdurables a partir de los que establecer interacciones claras.
En un tercer nivel del panorama mediático nos encontramos con los medios posicionados, críticos, comprometidos, o como se les quiera etiquetar –La Directa, Diagonal, Arainfo, La Marea….–, que pese a mantener en numerosos casos posiciones críticas con las apuestas municipales, tienen una clara cercanía y son mucho más confiables en cuanto a sus posturas políticas frente a los vaivenes coyunturales. Pese a sus escasos recursos –que dificultan la investigación y una cobertura continuada…–; frente a otros medios y su difusión bastante limitada o focalizada en sectores concretos; además de tener cierta capacidad para crear agenda –las investigaciones de La Directa han puesto en un brete a las autoridades municipales y autonómicas en varias ocasiones– pueden ser actores relevantes a la hora de dirigirse a partes significativas del municipalismo democrático: a los sectores más ideologizados pero también más organizados.
En este escenario mediático, ¿cómo manejarse en términos de movimiento municipalista? A nivel informativo, las prioridades de las candidaturas pero sobre todo de los ayuntamientos’, son dar a conocer los avances concretos que se logren y contestar a las periódicas campañas de descrédito que llegan desde la ‘brunete mediática’. Por lo que la batalla en torno al relato de lo municipal, en torno a la comunicación, es vivida como central. Para ello, además del manejo de las redes sociales, se recurre tanto a las infraestructuras o medios municipales ya existentes como a los propios de cada candidatura. Pero suele ser una primera respuesta ‘insuficiente’ o más precisamente limitada ante la virulencia y ‘pegada’ de los ataques mediáticos o los olvidos sistemáticos de las mejoras. Apostar por desarrollar los medios del propio ayuntamiento, otra posible respuesta mediática, no deja de ser lento –suele tener que formarse el equipo directivo que asegure unos contenidos acertados– y si no se logra repetir los resultados en 2019, a lo mejor cargamos un arma que nos disparará en unos años…
El segundo paso habitual suele consistir en recurrir a los medias ya existentes, pero sobre todo en los dos primeros niveles antes mencionados: los que supuestamente asegurarían ‘difusión’ pero con los que la capacidad de interacción resulta muy limitada. Una relación en la que los gabinetes de prensa se manejan encantados pero que produce políticamente muy poco. Una relación nada confiable, ya que por un lado, desde estos medios también se reciben ataques injustificados y por otro, más allá de lazos personales de confianza, no hay seguridad alguna de que los media que hoy son ‘aliados’ no te dejen en la estacada cuando más se les necesite… Por intentar condensar la idea: la relación habitual con los grandes grupos y los media intermedios es «pan para hoy pero hambre para mañana». Entre otras cosas, porque el movimiento municipalista reforzaría y legitimaría unos actores mediáticos que han sido sostén medular del régimen del 78 y que no tienen interés alguno en que el municipalismo cuaje y, menos aún, contamine y se extienda.
Otra respuesta desde lo municipal ha sido el apostar por generar medios propios –o en desarrollar los ya existentes– encarnados en pequeños periódicos de contenidos principalmente autopromocionales. Pero conviene revisar lo efectivo que este tipo de recursos pueden ser a medio plazo y cuando se quiere trascender el entorno de los y las convencidas. Ponerlos en marcha, pero sobre todo mantenerlos, supone una importante inversión. Inversión que necesitará su tiempo para que pueda ‘funcionar’: servir de respuesta eficaz contra los ataques provenientes de las cabeceras de ‘toda la vida’ y altavoz para llegar más allá de los y las votantes fieles. Además, invertir en medios propios supone que ceñimos nuestros esfuerzos comunicativos a lo estrictamente local, asumiendo implícitamente la lejanía de las miradas ‘de conjunto’. Y quedan muy lejos toda una serie de soportes como la radio y la televisión.
Una posible superación del aparente callejón sin salida mediático al que parecemos destinados: a reforzar lo institucionalizado o ser una eterna diana para los dardos de la reacción, es salirse de la lógica meramente instrumental y pensar, situarnos en un plano político-estratégico, en el medio y largo plazo. Es obvio el absurdo que supone jugársela a intentar cambiar la orientación de los medios sistémicos –ya sean califas o pretendientes al trono del califa–. Pero manejarse con los medios mainstream, a la par que se apuesta por cambiar y reforzar a los medios críticos para que logren mayor repercusión, tiene mucho sentido por varias razones, más allá de la afinidad y cercanía entre algunas candidaturas y determinados medios.
Los media posicionados son uno de los elementos necesarios, por no decir imprescindibles, en la construcción política de los contrapoderes que permitan trascender los límites de los asaltos institucionales. Máxime cuando no hay en el horizonte, poderosos movimientos sociales que encarnen esos contrapoderes. En ese sentido, el participar en la construcción de otra esfera comunicativa puede aminorar dicha carencia. Sería una apuesta preñada de tensiones. Sin ir más lejos, porque esos posibles futuros medios recauchutados van a ser críticos también con los fallos de las propias apuestas municipalistas. Pero será una crítica que empujará a ir más allá de lo ‘posible’, y con ello, desbrozará caminos. Como dice Nuria Alabao en un reciente artículo:
“…tenemos que darnos cuenta de que el espacio social que representamos es cada vez más grande y que podemos apostar a su crecimiento. Por tanto, y sin complejos, tenemos que tener medios propios que no apelen a difusas mayorías. Eso no quiere decir que tengan que ser ideológicos e identitarios ni que nos cuenten lo que ya sabemos, pero sí que tienen que apostar por funciones nuevas, como puede ser una comunicación que apunte a formas de acción, y que sirva de plataforma a los debates estratégicos –y tácticos– de los movimientos que ahora se encuentran dispersos e inconexos en diversos medios. Una función importante sería, por tanto, la de estructurar estos debates, plantear las preguntas adecuadas, a los agentes adecuados para, en la confrontación de opiniones, ser capaces de trazar mapas que nos guíen en la acción y en las formas de organización de las resistencias.
Por otra parte, la comunicación puede devenir una herramienta de organización como los andamios que se levantan alrededor de un edificio en construcción: marcan sus contornos, facilitan las relaciones entre los distintos sectores, guían y permiten una cierta acción conjunta. Necesitamos una comunicación de movimiento que genere un espacio político propio articulado; que no se dedique a marcar fronteras, sino que las amplíe, identificando e integrando nuevas luchas y formas de resistencia que, todavía hoy, quedan fuera del radar de los medios convencionales.”
Apostar desde el municipalismo democrático por el que los movimientos tengan medios posicionados de calidad y funcionales no debe obviar que estos últimos han de mutar. Y rápido, porque siguen sin resolver la paradoja que les agarrota. Nunca se dieron unas condiciones objetivas tan favorables, y sin embargo sólo ahora logran, en contadas ocasiones, trascender su posición subordinada o periférica. Los medios posicionados siguen lastrados, entre otras cosas, por sus propios límites: persiste cierta imagen de panfletarios –o muy ideologizados– y carentes de rigor. La crónica falta de recursos y medios implica duras condiciones de producción y trabajo, la atomización y dispersión de las cabeceras/proyectos conlleva miradas competitivas y cainitas en vez de lógicas de cooperación… Y es que los bajeles corsarios, por muy valientes y gallardos que sean, poco pueden hacer para dominar los mares ante los buques de guerra mainstream. Para la contienda de la información, si se quiere elevar el tiro, hay que pensar como mínimo en términos de flotillas piratas.
Este tipo de medios han de asumir la realidad que los medios neocom –Libertad digital, OkDiario, etc. – nos recuerdan constantemente: los medios tienen sentido y ‘útilidad’ si son agentes propulsores conscientes y activos de apuestas –que no de siglas ni de marcas– políticas. El difuso magma de los y las damnificadas por el orden social y la crisis no podrá trascender su subordinación en la estructura de clases si primero no se piensa como una identidad política. Los medios posicionados han de asumir que son un instrumento central e imprescindible para que se den las condiciones subjetivas desde las que la diversidad de realidades actúen como una comunidad política. Esto no se logra desde los actuales medios dispersos. Su encomiable y admirable trabajo de hormiguita ya no basta: es demasiado limitado, la partida se debe de jugar ya en otra liga, por un ‘mero’ problema de escala.
El municipalismo tiene la legitimidad para interpelar a los medias posicionados en cuanto a lo limitado de sus ambiciones: deben trascender sus miradas cortas y cooperar, construir plataformas productoras de información que no dependan de las agencias de noticias y que defiendan la viabilidad de formas horizontales de producción/difusión de la información, porque la forma, también define el contenido. Deben de apostar por llegar a las miles de personas que han apoyado el municipalismo. Los medios posicionados ya no pueden no afrontar una de las enseñanzas del 15M: solas no podemos. Que nos falta la televisión y el recuperar las ondas hertzianas. Manjares que ningún medio posicionado se puede pagar solo.
Fernán Chalmeta | Traficantes de Sueños y Diagonal
Publicado en Diagonal el 28 de Diciembre de 2016
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