El sábado 21 de mayo, alrededor de 5.000 personas inundaron el centro de Madrid en la manifestación convocada por la plataforma Madrid para todas, demandando una ciudad inclusiva y solidaria. La protesta también mostraba su rechazo a la existencia del ultraderechista Hogar Social Madrid (HSM), que convocó una marcha (a la que asistieron un millar de personas) coordinada con otras en Roma y Budapest. A este acto –que discurría simultáneamente a la manifestación antifascista– se sumaron varios autobuses de fuera de Madrid con varios neonazis y ultraderechistas reconocidos en el Estado.
El éxito de la convocatoria de Madrid para todas radicó en el acertadísimo planteamiento de la campaña: una llamada a la participación y la unidad frente al fascismo, en clave popular, abierta e inclusiva, rompiendo con los tradicionales estereotipos del antifascismo madrileño. Gracias a ello se abrió la puerta a sectores que tradicionalmente no se suman a este tipo de manifestaciones.
Desde algunos espacios entendemos que el problema de la actividad del HSM no puede tomarse a la ligera; en este sentido, conviene detallar algunos aspectos que pueden, en nuestra opinión, contribuir a la neutralización de esta amenaza:
1. El Hogar Social Madrid no es ninguna broma.
Sería una imprudencia subestimar la potencia y los peligros de esta propuesta neofascista. Un colectivo instalado en un centro social okupado, en un barrio popular de Madrid, es un colectivo que puede extender su actividad en el tiempo y recoger nuevo/as adepto/as. Si además le sumamos flexibilidad táctica y discursiva, nos encontramos con un colectivo capaz de las más diversas acciones: desde recoger comida en el supermercado del barrio (con la connivencia del gerente del local) hasta acompañar a ancianas estafadas por el Fórum Filatélico a entregar cartas de agradecimiento a dirigentes de Izquierda Unida. Si a esto le agregamos la coordinación con otras iniciativas europeas similares, nos encontramos con la posibilidad de que una organización xenófoba y racista arraigue en el corazón de nuestra ciudad. ¿Y esto qué significaría? Agresiones homófobas, delitos de odio y racismo. Así como la amenaza de que el colectivo llegue a institucionalizarse y haga calar un discurso antiinmigración.
2. El 15M sigue siendo el mejor antídoto.
La explosión de autoorganización popular surgida del 15M cerró las puertas a cualquier interpretación de la crisis de corte neofascista. La aparición de asambleas en todos los barrios y pueblos de Madrid instauró los valores del apoyo mutuo, generando lazos de solidaridad entre los diferentes espacios de indignación. El sábado pudieron verse ejemplos ciudadanos de acción descentralizada, y en tiempo real, por toda la ciudad : los huevos lanzados contra la manifestación fascista en Gran Vía; la dignidad de Mehdi, un francés de origen árabe, que desafió a los neonazis que desfilaban por la Gran Vía puño en alto; el coraje de Lagarder Danciu, activista rumano sin techo que se plantó cartón en mano delante del HSM para decirles que no caben en esta ciudad; en la Plaza del 2 de Mayo, David y Gregory, una pareja gay, decidieron besarse delante de la manifestación neonazi, convirtiéndose en un nuevo símbolo de la resistencia en Madrid. Mientras tanto, vecinas y vecinos de Malasaña increpaban con insultos a los fascistas, invitándoles a que volvieran a sus cuadras. A esto hay que sumar todos los troleos anónimos aparecidos en internet contra la manifestación nazi, cambiando de mil maneras el lema de su pancarta.
3. El antifascismo será diverso o no será.
Algo diferente ha ocurrido esta vez. Las asistentes a la manifestación de Madrid para todas no eran solamente antifascistas convencidas compartiendo un ritual. Esta vez había allí personas que trabajan en los bancos de alimentos de sus barrios, en la PAH, en las RSP, en centros sociales, en la universidad, en espacios feministas; estaba el movimiento LGTBI, más de 70 colectivos juveniles, representantes republicanos, una nueva generación de activistas, migrantes, hijas e hijos de inmigrantes. No había capuchas ni predominaba el color negro, había miles de personas a cara descubierta en un ambiente absolutamente multicolor. Esta transversalidad y alianza entre la ideología y los actores vivos de la ciudad debe ser el camino a seguir en próximas movilizaciones, no hay mejor manera de demostrar que Madrid es y será una comunidad de comunidades que a través de un profundo sentimiento antifascista.
4. Aprender de la juventud.
El peso organizativo de Madrid para todas lo ha llevado una nueva red de colectivos juveniles, acompañados por lo mejor y más inteligente del movimiento antifascista de Madrid. Una nueva generación que cuenta desde su inicio con experiencias vivas en sus barrios, con colectivos de migrantes, feministas, universitarios y LGTBI. Una nueva generación que ha nacido envuelta en la maraña activista post 15M, y que se enfrenta sin prejuicios a la coyuntura del asalto institucional. No sólo comprende el papel que juega la comunicación –y los medios de comunicación–, sino que es capaz de urdir una estrategia que se piensa con otras, llevando en su ADN la transversalidad del respeto a la diferencia y los cuidados.
5. El fascismo renace como ideología del neoliberalismo en decadencia.
No se pueden entender las apariciones de propuestas neofascistas sin entender la coyuntura de crisis estructural capitalista y la decadencia del proyecto de la Unión Europea. El mismo fascismo que desaloja Idomeni es el que agrede a jóvenes en Madrid, intenta tomar Kobane y cierra las fronteras en Macedonia. El mayor peligro reside en la aceptación que puedan tener estas propuestas entre los sectores de la clase obrera desideologizada. Quienes más están sintiendo la crisis en su propia carne, aquellos que no tienen nada que perder y se agarran a un clavo ardiendo, son el target populista de este colectivo. Los inmigrantes constituyen la otra cara de la moneda: el enemigo interno al que echarle la culpa de todo el mal social. Los barrios obreros se definen, además, como su coto de pesca para añadir nuevas/os activistas a sus filas. Si no queremos una organización que pueda hacer arraigar el discurso xenófobo –un discurso con presencia real en las calles–, debemos desenmascarar al HSM, cerrar sus espacios, ahogarles en sus contradicciones y presentar propuestas de organización y apoyo mutuo que desborden cualquier intento de excluir a la población migrante.
6. Todo/a demócrata debe declararse antifascista.
El papel que deben jugar los nuevos cargos públicos de la “nueva política” es fundamental. En estas últimas semanas hemos visto como desde Ahora Madrid se han propuesto mociones en juntas de distrito con el objetivo de rechazar el HSM –algunas aceptadas incluso por el PP–. Se ha ordenado retirar pancartas que inciten al odio, concienciado a los agentes municipales en este tipo de delitos e instado con éxito a la alcaldesa Manuela Carmena a no reunirse con el HSM. En última instancia, la Concejalía de Seguridad y Urgencias pidió a la Delegación del Gobierno la suspensión del permiso para realizar la marcha neonazi. Estas acciones destinadas a aislar socialmente al HSM son parte de una estrategia coordinada que debe ser compartida por diferentes agentes y supervisada.
Pero a estas acciones se les debe sumar una más: la llamada a la acción. Los partidos de la “nueva política” deben ser generosos e inteligentes y no atarse las manos cuando se trata de luchar contra el fascismo. No se trata de que acaparen las convocatorias, pero sí de que utilicen su poder de movilización y capacidad mediática para acompañar apuestas colectivas como la de Madrid para todas. Es necesario: por nuestro bien y por el de todas.
Este artículo se apoya, transmite y recopila opiniones propias y de @AntifeixistesPV, @HoneckerRDA, @MadridParaTodas, @Nick28069 , @IzcaNacional, @gzapatamadrid hechas durante los días siguientes al 21 de mayo del 2016.
José Luis Mateos Murrilo, @MorrixAlk
Publicado en Diagonal el 27 de mayo de 2016
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